Por JOSE MIGUEL
ALZATE
Mario Vargas Llosa
escribió un libro que les abre horizontes literarios a los jóvenes que se
aventuran a crear con la palabra, utilizando la imaginación como elemento constructor,
universos donde se retratan las pasiones humanas. Se llama “Cartas a un joven
novelista”. Pensé en este libro cuando iba en la página treinta de “Maldito
baile de muertos”, novela escrita por Rubén Toro López, un joven nacido en una
vereda de Aranzazu. Pues bien: cuando Vargas Llosa habla sobre el estilo de una
narración lo hace para decirle al novelista en ciernes que el lenguaje debe
transmitirle emoción al lector. Y esto, en primera instancia, es lo que logra Rubén
Toro López con su libro: transmitirle al lector, a través de la palabra, una
emoción que se traduce en querer seguir aferrado al libro hasta la última
página.
Debo confesar que soy
de esos lectores a quienes el primer párrafo le dice si debe continuar en la
lectura de un libro. En esa frase inicial uno descubre si detrás de ese libro
que tiene en las manos hay un buen escritor. Sucede con Franz Kafka. A uno como
lector lo atrapa esa primera línea de “La Metamorfosis” donde dice: “Cuando
Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se
encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto". Ahí, en esta
frase, está el imán para seguir aferrado a la narración. No peco de exagerado
si digo que en la frase inicial de “Maldito baile de muertos” se descubre a un
escritor que juega con el lenguaje para contar una historia que desde la
primera página seduce al lector.
No es solo el tono
narrativo que alcanza Rubén Toro López en “Maldito baile de muertos” lo que
invita a leer el libro. Es la
plasticidad de las descripciones lo que obliga a seguir sumergido en su
lectura. Pero además hay otro elemento que atrapa al lector: el lenguaje
erótico. Hay en la primera parte del libro un erotismo que, aunque por
instantes se sube de tono, sobre todo cuando habla de los senos de Francisca o
cuando describe escenas de cama, está manejado con sutileza literaria. La
historia titulada “Pacha, la puta del pueblo” es un relato donde el lenguaje
erótico tiene connotaciones artísticas. Recordemos que el erotismo es un tema
recurrente en la novela moderna. Borges decía que los editores le pedían que
incluyera en sus libros escenas eróticas para que se vendieran más.
El hilo conductor de
la primera narración que contiene el libro de Rubén Toro López es la historia
de una mujer que, cuando salió de Aranzazu, dijo sin medir el alcance de sus
palabras que se iba a ejercer la prostitución. La frase se la enrostró al
párroco, que en la novela se llama Juan Evangelista, la tarde en que supo que
él era su padre. Ella fue el fruto de una relación del cura con su madre, una
mujer de nombre Martina que llegó a la zona de tolerancia procedente de la Costa
Caribe. Francisca, que en el libro no tiene apellido, es una mujer “demasiado
hermosa y libre para un pueblo mojigato como Aranzazu”. A los diecisiete años,
cuando se encontraba en la flor de la juventud, le entregó su virginidad al
alcalde a cambio de una inmensa cantidad de dinero.
Francisca se va para
la Costa Atlántica a disfrutar su plata. Cuando se exhibe en la playa, su
belleza cautiva a todos los hombres. Tanto, que le llueven propuestas de
turistas extranjeros para que se vaya con ellos para el exterior. Sin embargo,
no las acepta. Un día, con la plata que tiene, decide irse por su propia
cuenta. En Europa conoce a un millonario que le ofrece todo para que viva con
él. Termina ejerciendo la prostitución. Pero aprovecha para ahorrar el dinero que
gana. Y veinticinco años después de haber salido de Aranzazu regresa para
comprarse la mejor casa del pueblo. Su presencia en las calles despierta todo
tipo de comentarios. Es una mujer que a los cuarenta y dos años conserva un
cuerpo que, por su voluptuosidad, se roba todas las miradas.
Me haría muy extenso
si resumiera en este ensayo todo el argumento de “Maldito baile de muertos”. Le
quitaría lectores al libro si cuento todo lo que pasa con Francisca, el
personaje central. De lo que se trata aquí es de hacer una valoración literaria
del relato. En este sentido, la pregunta que lleva por título este artículo tiene respuesta: sí. Estamos ante un autor con
talento literario, que no obstante pecar en el uso de los signos de puntuación
mantiene en vilo la atención del lector. Toro López tiene futuro como
novelista. Este libro muestra a un escritor maduro que, de seguir por esa senda
creativa, haciendo malabares con la palabra, puede escribir una gran novela.
Tiene imaginación y, sobre todo, un excelente manejo del lenguaje narrativo. Su
estilo es rápido, secuencial, como de relato cinematográfico.
Hay una constante en
los grandes escritores: hablar sobre sus raíces, sobre el espacio de la
infancia, sobre su entorno familiar. Alvarez Gardeazábal hizo de Tuluá, su
pueblo, un espacio novelable. Y William Faulkner convirtió el Condado de Yorknapatawpha
en un referente literario. Rubén Toro López hace de Aranzazu el centro de sus
ficciones. Toma las costumbres, los personajes y la naturaleza misma como
elemento vital de su creación. El rio Chambery corre por las páginas del libro
“Maldito baile de muertos”. El escritor tiene, además, buena imaginación. En el
pueblo llueve durante diez días seguidos. Y para demostrar su capacidad de
crear situaciones verosímiles, en la novela Aranzazu sufre una toma
guerrillera. El edificio de la alcaldía es reducido a escombros, y la iglesia queda en mal estado.
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