Por JOSE MIGUEL
ALZATE
¿Qué tiene el
argumento de “El olvido que seremos”, el libro de Héctor Abad Faciolince, para
que se haya convertido no solo en éxito de librería sino en un texto
referenciado por escritores consagrados? La respuesta a este interrogante es
sencilla: es un relato deslumbrante, desde el punto de vista humano, sobre la
vida de un hombre que sembró en su hijo un amor reverencial. Escrito con el
dolor lacerando el alma, dejando fluir en las palabras un sentimiento que invade
cada página, utilizando la técnica de la novela para lograr un relato
biográfico de alta calidad literaria, “El olvido que seremos” es un testimonio
de esa violencia que en Colombia generó el paramilitarismo, narrado en primera
persona por un escritor que vivió el dolor de perder al ser más importante de
su vida: el padre.
Empecemos diciendo
que “El olvido que seremos” nos es una novela. Es, sí, una narración que toma
los recursos de la novela para contar la historia de una familia unida en el
dolor y la alegría, que tiene en el padre un modelo a seguir por ese amor
incondicional a los suyos, por su capacidad de entendimiento, por su tolerancia
con el hijo varón y su compromiso social. Héctor Abad Gómez, médico de
profesión, humanista por formación, líder social por convicción, entregó su
vida a la educación como catedrático en la Universidad de Antioquia. Pero
alcanzó reconocimiento nacional por su trabajo como defensor de derechos
humanos. Desde sus espacios radiales y sus columnas de opinión en los
periódicos condenó los actos de terror como instrumento para silenciar las voces
inconformes.
Llegué a la lectura
de “El olvido que seremos” después de leer el artículo que sobre el libro
publicó en El País, de España, el 7 de febrero de 1910, Mario Vargas Llosa. Me
llamó la atención que un escritor de las dimensiones del peruano se ocupara de
un autor colombiano. Que el futuro Premio Nobel de literatura escribiera “El
libro es desgarrador pero no truculento, porque está escrito con una prosa que
nunca se excede en la efusión del sentimiento, precisa, clara, inteligente,
culta, que manipula con destreza sin fallas el ánimo del lector, ocultándole
ciertos datos, distrayéndolo, a fin de excitar su curiosidad”, era razón más
que suficiente para sumergirme en su lectura. Y, a decir verdad, Héctor Abad
Faciolince logró conmoverme con su desgarrador relato sobre su padre.
El médico Héctor Abad
Gómez fue asesinado la tarde del 25 de agosto de 1987, cuando trataba de
ingresar a la sede de la Asociación de Institutores de Antioquia para asistir
al velorio de su presidente, Luis Felipe Vélez, asesinado esa mañana en la
puerta de la sede del sindicato. Una extraña mujer lo convenció para que fuera
hasta allá. Cuando estaba en la puerta, dialogando con algunos maestros, dos
sicarios que se movilizaban en una motocicleta se acercaron para dispararle. Lo
raro es que fue llevado hasta allí, engañado, porque el cuerpo del presidente
del sindicato había sido llevado horas antes para el coliseo, donde estaba en cámara
ardiente. La extraña mujer que lo acompañó desapareció misteriosamente del
lugar de los hechos. Era el gancho para sacarlo de su oficina.
De este crimen que
conmovió a la sociedad antioqueña se vale Héctor Abad Faciolince para contar la
historia de una familia que tiene en su padre un ser humano excepcional, comprometido
con lo social. Era un médico formado en lecturas exquisitas, amante de la
música clásica, que pensaba como hombre de izquierda. Fue quien hizo posible
que, en Medellín, el agua para consumo humano fuera tratada. Todo porque se dio
cuenta de que debido a que no le echaban cloro, muchos niños morían de fiebre tifoidea. Inició
entonces una campaña para demostrar cómo la falta de tratamiento en el vital
líquido era causa de mortalidad. Su preocupación fue, siempre, la salud
pública. Tanto, que promovió la construcción de acueductos para que el agua
potable llegará a sitios marginados.
En “El olvido que
seremos” se encuentra el lector con una prosa depurada, manejada con encanto,
donde los detalles más simples están contados con fluidez literaria. Un libro
donde así como la alegría ronda ciertas páginas, sobre todo cuando se narran sucesos
entretenidos, aparece también el dolor como una constante. La muerte de Marta
Cecilia, la hija de 16 años, ensombrece el relato por ese dolor que causa en el
corazón del médico asesinado. Abad Faciolince alcanza lucidez en las
reflexiones que a lo largo del libro hace sobre la vida, la muerte, la soledad,
el amor, la tristeza y la alegría. “El olvido que seremos” es una obra que se
lee con interés. Como lo dijo Vargas Llosa, hay en este libro dolor y
frustración, pero también ideales y ternura.
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