Por JOSE MIGUEL
ALZATE
Había que aprovechar
bien los días finales del año. Y una manera de aprovechar bien esos días de
descanso era dedicándolos a la lectura. Así que, antes de salir de viaje, en la
maleta empacamos unos cuántos libros que esperaban turno para ser leídos con la
devoción que ellos suscitan. Entre ellos estaba La Hojarasca, de Gabriel García Márquez. La intención era
aprovechar la tranquilidad del campo para darle una tercera lectura a este
libro que, publicado en 1955, reveló el talento literario de un autor que años
después se convertiría en el más grande escritor latinoamericano de habla
hispana. Releer libros que nos marcaron en la primera lectura es un ejercicio
intelectual que ayuda a mantener fresco en el cerebro el argumento de obras que
nos abrieron ventanas para entender el mundo.
El éxito de Cien años de soledad fue el imán que
llevó a millones de personas a querer leer los primeros libros de Gabriel
García Márquez. Los lectores de todos los continentes querían saber cómo llegó el
escritor colombiano a la esplendidez de un estilo literario que los cautivó por
ese lenguaje oceánico que utilizó para crear a Macondo. En esos libros
publicados antes de la obra que lo catapultó como novelista están las claves
para entender el mundo del escritor galardonado con el Premio Nobel de Literatura
en 1982. En La Hojarasca, su primera
novela, editada después de la acogida que tuvieron los cuentos publicados en El Espectador entre los años 1947 - 1953,
se empiezan a delinear los rasgos físicos del coronel Aureliano Buendía, el
personaje mítico de su obra cumbre.
Gabriel García
Márquez contaba apenas con veintiocho años de edad cuando publicó esta novela.
Su argumento puede compararse con el drama de Antígona tratando de enterrar el
cadáver de su hermano Polinices, que el dictador Creonte no dejaba sepultar. En
La Hojarasca el cadáver pertenece a
un extraño médico que había llegado a Macondo veinticinco años atrás, con una
carta de recomendación de Aureliano Buendía. Cuando Adelaida, la esposa del
coronel, le abrió el portón, pensó que era un militar que venía en misión
oficial. Llegó en una mula, por el camino real, y se fue directo para la casa
del coronel. Allí vivió durante ocho años, hasta el día en que se juntó a vivir
con Meme, una guajira que creció en la casa del militar, y que desapareció de
Macondo sin dejar huella.
La hojarasca es una novela escrita en monólogos, donde
tres personajes van narrando la forma cómo el médico llegó a Macondo, su vida odiado
por todos en el pueblo y el momento en que llegan a la casa donde se ahorcó
para meterlo en el ataúd y darle cristiana sepultura. Son las voces del abuelo,
la hija y el nieto, que en once capítulos numerados se alternan en veintiocho
monólogos, sin seguir un orden específico. En el texto solamente aparecen
referencias que sugieren quién es el narrador. La historia transcurre entre
1903, año en que llega el médico, y 1928, año en que se suicida. El coronel es
el encargado de organizar el entierro. Cumple así una promesa que le hizo al
médico el día en que, según él, este le salvó la vida al curarlo de una dolencia
física.
La novela se inicia
con el relato de un niño que se siente extraño porque, siendo miércoles, no lo
han llevado a la escuela, y le han puesto el vestido de pana verde que solo usa
los domingos. El niño va narrando sus impresiones al ver el muerto. Se extraña
de que tenga “la cabeza acerada y un pañuelo amarrado en la mandíbula”. Relata
además la forma como cuatro hombres lo meten en el ataúd y, después de
organizarlo, clavan la tapa con puntillas. En este párrafo el lector descubre
que asiste al velorio de un hombre extraño, alguien que no supo ganarse el
afecto de la gente. Lo quieren tan poquito que nadie lo acompaña en el
entierro. Eso sí, todos quieren asomarse a la ventana cuando pasa el féretro,
no importándoles que el arroz se esté quemando en el fogón.
La experiencia que García
Márquez había adquirido como cuentista le abrió el camino para aventurarse en
una obra de mayor consistencia temática, donde podría darles contextura a
personajes más trascendentes. Las
lecturas acumuladas le brindaron las herramientas para arriesgarse en este proyecto
literario. La hojarasca irrumpe como
una novela con fuerza narrativa, con una estructura original, con un lenguaje
donde se presagia un excelente narrador. Además, como un buen experimento técnico. El
mundo de Macondo empieza a vislumbrarse en personajes como El Cachorro, el
sacerdote que para explicar la palabra de Dios se apoya en la astrología. Leída
cuarenta años después, se advierte en esta novela el lenguaje exuberante que
caracteriza a Cien años de soledad.
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