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viernes, 13 de mayo de 2016

"Cuatro cuentistas colombianos"



Por JOSE MIGUEL ALZATE

En Colombia se abren con alguna frecuencia debates para analizar si en el país existen buenos cuentistas, esos artistas de la palabra que logran transmitirle al lector emoción a través de un relato donde la belleza del lenguaje, sumado a la calidad narrativa y a la brevedad del texto, es un imán que obliga a no apartar los ojos de la página. Y las conclusiones que se sacan de estos debates es que Colombia sí tiene potencial en la narración corta. Simplemente, el cuento no ha sido atractivo para los editores. Ellos se la juegan por la novela. El libro de cuentos no tiene un mercado tan amplio, como tampoco lo tiene la poesía. Sin embargo, en los suplementos literarios aparecen a veces cuentos en donde se descubre que este género goza de salud y, por lo tanto, ofrece sorpresas. 

Y una sorpresa para este columnista fue haber encontrado en una librería de la carrera séptima, de Bogotá, un libro donde se revelan cuatro excelentes cuentistas colombianos. Publicado por el Fondo de Cultura Económica, de México, en su colección Aulaatlántica, el libro trae prólogo de Jaime Alejandro Rodríguez, especialista en literatura colombiana, quien es a la vez el compilador de los cuentos. En este texto indica que en Colombia este género está más saludable que nunca debido a la cantidad de escritores que lo vienen trabajando y, sobre todo, a la preocupación de los autores por mostrar en sus relatos esa Colombia que se debate entre la indignación y la esperanza, entre el miedo y la alegría. Son dieciséis narraciones donde se destacan, sobre todo, temas urbanos.

Pues bien: este libro revela que en el país el cuento sigue siendo un género literario con muchos cultores y, sobre todo, con expresiones de calidad literaria en autores que manejan una prosa envolvente, trabajada con encanto, donde el lenguaje cumple ese cometido de cautivar al lector por su fuerza expresiva. Los cuatro escritores que aquí se reúnen tienen todos una característica: su vitalidad narrativa. Eso les permite crear historias con contenido humano, con personajes que le llegan al lector, con argumentos que tienen relación con la realidad misma que circunda al hombre latinoamericano.  Mientras Pablo Montoya narra historias de hombres perseguidos, Lina María Pérez Gaviria cuenta cómo un hombre que vive en un cementerio venga la muerte de su compinche. 

Los otros dos escritores escogidos para incluir sus cuentos en este libro son Octavio Escobar Giraldo y Ricardo Silva Romero. Del primero, un médico manizaleño dedicado a la literatura, se publica, entre otros, “La muerte de Dioselina”, un cuento que revela el modernismo narrativo del autor de “Cielo parcialmente nublado”. Del segundo, que es columnista de este diario, se publican tres relatos: “Enfermo terminal”, “Hitchcock” y “El cucho”, cuentos donde se advierte la maestría del autor para crear historias que, por su agilidad narrativa, capturan la atención del lector desde la primera línea. El compilador señala que mientras los cuentos de Escobar Giraldo “son cercanos al modo narrativo de la observación”, en Silva Romero esa observación cae en “la exposición ficcional”. Mientras tanto, Lina María Pérez trabaja la observación desde la cotidianidad.  

Los cinco cuentos que de Pablo Montoya, el ganador del Premio Rómulo Gallegos, se recogen en el libro, enseñan por qué el jurado calificador de ese concurso escogió su libro “Tríptico de la infamia” para premiarlo. Es que hay en estos relatos un narrador fornido, con mucha fuerza argumental, que crea historias creíbles, como la del conductor del bus que se acostumbra a parar en cada esquina para recoger pasajeros. Montoya es hábil para manejar el narrador en primera persona. También para  intercalar espacios geográficos. La calle Saint Honoré, de París, o el sector de Guayaquil, en Medellín, son sitios que, en su narrativa, adquieren fuerza testimonial. Son cuentos que “invitan a la solidaridad activa por parte del lector”. Los monólogos tienen poder de convencimiento. 

Los cuentos que se recogen en este libro son prueba de que en Colombia este género literario vive un buen momento. Para confirmarlo, basta leer las antologías publicados por Luz Mary Giraldo, profesora de la Universidad Javeriana, donde habla sobre los experimentos técnicos de varios autores. En los libros “Nuevo cuento colombiano”, “Cuentos del fin del siglo” y “Ellas cuentan”, destaca tendencias narrativas, dominio de estructuras y manejo de tiempos cronológicos. Descubre además nombres que aportan, desde su estilo literario, elementos para decir que la cuentística colombiana goza de excelente salud. En “Cuatro cuentistas colombianos”, de Jaime Alejandro Rodríguez, hay relatos escritos con buena técnica, plenos de vigor existencial, construidos con un lenguaje de alto vuelo lírico.

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