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lunes, 6 de junio de 2016

Relaciones endogámicas en "Cien años de soledad"



Por JOSE MIGUEL ALZATE

En los primeros capítulos de Cien años de soledad Gabriel García Márquez narra el temor que siempre tuvo el viejo José Arcadio Buendía de que, como consecuencia de las relaciones entre primos, de pronto en la familia naciera un hijo con cola de cerdo. No era un temor infundado. El esposo de Ursula Iguarán tenía conocimiento de que una tía de ella, que se había casado con un tío de él, tuvo un hijo que vivió 42 años con una cola cartilaginosa “que nunca se dejó ver de una mujer”. La ocultaba en unos pantalones englobados. Era una cola de cerdo que lo llevó a morir a esa edad en estado de virginidad. Falleció cuando un carnicero se la cortó “con una hachuela de destasar”. 

Esta es la primera referencia que aparece en Cien años de Soledad sobre relaciones endogámicas. Gabriel García Márquez da a entender que en los tiempos en que el pirata Francis Drake asaltó a Cartagena se presentó la primera relación de este tipo. La bisabuela de Ursula Iguarán se casó con el primer José Arcadio Buendía. Aunque no narra que eran primos, deja en el lector la idea de que sí existía esa relación de familia. Todo porque la mamá del personaje citado en el párrafo anterior era descendiente directa de este matrimonio. Que el hijo naciera con una cola en forma de tirabuzón es prueba contundente de que entre la bisabuela y el primer José Arcadio existía un lazo de familia. 

El temor de que naciera un hijo con cola de cerdo lo manifestó por primera vez la mamá de Ursula. Se lo advirtió después de que se casó con José Arcadio Buendía sin hacer caso a quienes trataron de impedirlo. Ella la aterrorizó “con toda clase de pronósticos siniestros sobre su descendencia”. Tanto, que logró que ella rehusara consumar el matrimonio. Para lograrlo, Ursula se ponía, antes de acostarse, un pantalón “que su madre le fabricó con lona de velero y reforzado con un sistema de correas entrecruzadas”. Temiendo que José Arcadio la violara dormida, cerraba el pantalón por delante “con una gruesa hebilla de acero”. Esta fue la razón por la cual en Macondo empezó a rumorarse que José Arcadio Buendía era impotente.

Hay una relación endogámica en la novela que no alcanza a consumarse. Arcadio, el hijo que tuvo José Arcadio con Pilar Ternera, ignorando que ella es su madre, se le aparece en la casa para proponerle que hagan el amor. Ella le contestó que eso era imposible, pero no le dijo por qué. Ante la negativa, él le enrostró su pasado. Entonces Pilar Ternera le sugirió que esa noche dejara la puerta de su cuarto sin tranca, que ella lo visitaría. Pero la que apareció fue Santa Sofía de la Piedad, una mujer a quien ella le ofreció cincuenta pesos para que lo hiciera feliz. Arcadio se dio cuenta del engaño cuando notó que “no olía a humo sino a brillantina de florecitas”.

Ursula Iguarán también alimentaba el mismo temor de su esposo por las relaciones sexuales entre familiares. Como veía que en la casa se vivía un ambiente donde los hermanos querían poseer a las hermanas, antes de morir elevó oraciones a Dios para pedirle que impidiera que actos de esta naturaleza ocurrieran entre los suyos. Ella tenía fresca en la memoria la tarde en que encontró a Aureliano José, el hijo de Aureliano Buendía con Pilar Ternera, besándose con su tía Amaranta en el granero. Sin sospechar nada, Ursula solo atinó a decirle: “Quieres mucho a tu tía”. El, asustado, contestó que sí. Ese día Amaranta decidió cortar la relación.

En los capítulos finales de Cien años de soledad se narra cómo el último Aureliano, el hijo de Meme y Mauricio Babilonia, aprovecha que Amaranta Ursula sale del baño “con una toalla enrollada en la cabeza” para, tomándola por sorpresa, hacer el amor con ella. De esta relación nació el hijo con cola de cerdo que los padres de la estirpe habían advertido. Se la descubrió la comadrona que atendió el parto cuando, después de cortarle el cordón umbilical, “se puso a quitarle con un trapo el ungüento azul que le cubría el cuerpo”. Al voltearlo boca abajo le descubrieron que tenía algo más que el resto de los mortales. Era la cola de cerdo. Amaranta Ursula era hija de Fernanda del Carpio y Aureliano Segundo. Aureliano descubriría después, en los manuscritos del gitano Melquíades, que Amaranta Ursula era su tía.  

"Navegante en tierra firme"




 Por JOSE MIGUEL ALZATE

El título de este artículo es el mismo que lleva el último libro publicado por el penalista César Montoya Ocampo. En sus páginas se recogen los mejores artículos de corte literario publicados por el escritor oriundo de Aranzazu en su columna de todos los jueves en este diario. Son notas donde aflora el pensamiento de un hombre que, después de retirarse del ejercicio de su profesión, ha hecho de la escritura un nuevo proyecto de vida. Su experiencia como lector, su dominio de la palabra, sus preocupaciones metafísicas,  sus ideas sobre el arte de escribir y su admiración sin horarios hacia ese ícono de las letras que es Miguel de Cervantes Saavedra están consignadas en las páginas de este libro que se lee de un solo tirón, degustando esa prosa rica en frases con sentido lírico. 

En “Navegante en tierra firme” está la impronta de un escritor que ha tomado la palabra como instrumento para expresar su asombro frente a la belleza, sea esta en el terreno femenino, en la creación literaria o en el embrujo del paisaje. César  Montoya Ocampo tiene la sensibilidad artística suficiente para dibujar con su pluma, en forma magistral, tanto el cuerpo de una mujer como el ambiente bucólico de una vivienda campesina. En su prosa se descubre esa facilidad que tiene para describir los rasgos físicos de una persona. Cuando describe el rostro de alguien se advierte ese minucioso trabajo de fijamiento en aspectos tan sencillos como el sonido de la sonrisa, la forma cómo abre los labios para pronunciar palabras o la manera como mueve las cejas para transmitir asombro.

Cuando se habla sobre el estilo literario de César Montoya Ocampo es importante recalcar en cómo cada artículo suyo tiene ese acabado de perfección literaria que solo una gran pluma puede darle a cuanto escribe. Su prosa, que es cantarina, alegre, exultante, reúne los elementos que hacen perdurable un escrito: ágil manejo del idioma, riqueza de vocabulario, ausencia de frases cacofónicas, excelente elaboración de las oraciones, escasez de anáforas, dominio de la sintaxis y respeto por las normas gramaticales. Pocas veces uno encuentra en sus textos problemas de construcción de la frase. Siempre el complemento verbal aparece en su prosa como un requerimiento del estilo, no como un elemento para darle sonoridad a la oración. 

En este nuevo libro de César Montoya Ocampo el lector se encuentra con algo que es una constante en su estilo de escribir: el uso del adjetivo El escritor es consciente de que no es capaz de despojarse de este recurso del idioma cuando se enfrenta al papel en blanco. Esto lo ha llevado a decirles a quienes critican su estilo de alambicado que el adjetivo es a la prosa lo que la corbata al vestido: entona, hermosea, adorna, luce, realza, complementa. En este sentido, afirma: “somos muchos los disidentes que enarbolamos a su majestad el adjetivo como rey en la creación literaria”. En sus artículos el adjetivo no aparece por simple capricho retórico sino porque la oración lo exige para darle acabado estético. El autor sabe en qué momento debe insertarlo en el texto.

En “Navegante en tierra firme” aparecen notas que confirman la pasión de César Montoya Ocampo por los clásicos, esos autores que desde su lejana infancia le abrieron postigos de asombro a su inquietud mental. El título del libro habla de un argonauta que ha navegado hacia el conocimiento sobre las páginas de los libros,  desde ese puerto en tierra firme que es su biblioteca. Como navegante, lleva hacia el mar de sus sueños, asentados sus pies en la tierra, el equipaje de su erudición, alcanzada en horas de intensa lectura. En el prólogo, Hugo Tovar Marroquín dice: “el título, de por sí, presagia la hondura que rezuma cada una de sus páginas”. Y el escritor Rubén Darío Toro dijo: “Montoya es un marinero que ha dejado la mar para conducir por tierra, como Maqroll el Gaviero, la nave de sus conocimientos”.  

“Navegante en tierra firme” es un compendio de las preocupaciones temáticas de César Montoya Ocampo, un tributo de admiración a la cultura helénica, una puerta abierta para entrar en el universo de autores como Esquilo, Eurípides, Sófocles, Suetonio, Homero y Virgilio. Es también un libro para entender cómo una mujer produce en el corazón del hombre terremotos extraños, o cómo los perros se convierten  en miembros importantes del clan familiar, o cómo los libros sacuden con fuerza volcánica el alma. En este libro el autor nos enseña cómo Tiresias, en “Edipo Rey”, logra sobrellevar su angustia existencial, y cómo Zeus permitió que los Aqueos destruyeran la ciudad de Priamo, y cómo Aquiles huye cuando las aguas del río Escamandro amenazan con arrastrarlo.

Angel María Ocampo: entre la historia y el ensayo




Por JOSE MIGUEL ALZATE

Me ha pedido el historiador Angel María Ocampo Cardona que escriba el prólogo para un nuevo libro suyo, Paisajes inexplorados de la historia caldense, una obra donde el investigador que es este hijo de Marquetalia explora sobre aspectos conocidos de la historia de este departamento fundado mediante la ley 17 del 11 de abril de 1905, firmada por el entonces Presidente de la República, general Rafael Reyes. Debo entonces iniciar esta introducción al libro diciendo algo que hace mucho tiempo he querido expresar: que en el trabajo literario de Angel María Ocampo convergen dos géneros que el escritor maneja con maestría. Uno es el historiador que busca a través de la investigación hacer claridad sobre sucesos que marcaron una comunidad; otro es el ensayista de estilo aquilatado que hurga en el trabajo de los escritores para encontrar las claves de su producción literaria. 

Quiero explicar en este párrafo por qué razón me atrevo a decir que en el alma de Angel María Ocampo Cardona habita un excelente escritor. Cuando leí su ensayo sobre Bernardo Arias Trujillo, que fue premiado en un concurso de literatura caldense, me sorprendió encontrar en esas páginas a un conocedor profundo de la obra del autor caldense fallecido el 4 de marzo de 1938 víctima de una sobredosis de barbitúricos. Encontré allí, en ese texto que años después reeditaría bajo el título de “Pasión y patria, en torno a Bernardo Arias Trujillo”, a un ensayista que con un lenguaje preciso muestra al autor de la novela "Risaralda" en toda su dimensión humana. Angel María Ocampo le enseña al lector de qué se nutre la narrativa de Arias Trujillo, cuáles fueron sus preocupaciones temáticas, de dónde viene la fuerza poética de su prosa, por qué el suyo fue un corazón atormentado. La lectura de este libro me reveló a un ensayista con la profundidad filosófica de Ernesto Volkening y el dominio del contexto histórico de Otto Morales Benítez.

Después de la lectura de ese libro para mi revelador de la personalidad literaria de Angel María Ocampo, quise conocer sus otros trabajos intelectuales. Y, para sorpresa mía, me encuentro con sus libros Marquetalia, su historia y su cultura y Dios bendijo la Villa del sol. El primero es la historia de su pueblo natal contada en un lenguaje limpio, retrotrayéndose al tiempo para contar cómo surgió el poblado y qué factores influyeron en su fundación. El segundo es la biografía del sacerdote Antonio María Hincapié, un líder que con su carácter forjó el desarrollo de Marquetalia y, además, sentó las bases para que la educación en el municipio fuera una preocupación de la clase dirigente. Estos dos libros me revelaron a un historiador que hurga en archivos para sustentar sus verdades sobre la historia de un pueblo que construyó su presente gracias al civismo de un sacerdote que, para superar una etapa de violencia, supo conducir a los ciudadanos por los caminos del entendimiento. 

Con la lectura de estos tres libros pude darme cuenta de que estaba frente a un escritor que maneja el idioma con precisión en dos géneros literarios distintos: la historia y el ensayo. Como historiador, su prosa se nutre de datos y fechas que le muestran al lector cómo ha sido el desarrollo de los pueblos. Además de datos importantes sobre el acontecer de la comunidad historiada, Angel María Ocampo aporta en sus textos nuevas teorías sobre la investigación histórica. Va al fondo de los temas, tratando de encontrar relación entre los hechos, buscando siempre el dato escondido, escribiendo con la certeza de que ha investigado a fondo el tema y sus precedentes. Como ensayista, no se queda en el esbozo simple de una obra literaria sino que busca en la personalidad misma del escritor la razón de su creación. Si en los textos de carácter histórico aborda con conocimiento el contexto geográfico, en los ensayos busca el contexto histórico para ubicar las obras en su tiempo. Al escribir sobre historia agota las posibilidades de aportar datos nuevos. Cuando escribe sobre literatura fluye el escritor que tiene dominio del arte de escribir. 

Paisajes inexplorados de la historia caldense confirma las grandes aptitudes de Angel María Ocampo Cardona para escribir historia. Los doce capítulos que conforman este libro están trabajados con disciplina intelectual, con rigorismo investigativo, con riqueza de datos comprobables. Cuando aborda el tema de los tiempos de la conquista para mostrarle al lector qué tribus habitaron la geografía caldense lo hace con rigor de científico, yendo a las fuentes para desentrañar el pasado indígena, las costumbres de los primeros pobladores de la región y el aporte que cada tribu hizo para la consolidación de sus espacios. Llama la atención en este punto su interés en descubrir el verdadero nombre de las tribus que habitaron el oriente del departamento.  En este sentido, se inclina por llamar Patangoros a los indios que los historiadores denominaron Pantágoras. Coincide en este nombre con Albeiro Valencia Llano. Sobre los indios Marquetones sostiene la idea de que el nombre se enraizó por factores de pronunciación, señalando que fue un derivado de Mariquities. 

Muchos tópicos importantes trata este libro. Por ejemplo, aclara que Núñez, el primer nombre que tuvo el Municipio de Marquetalia, se le puso como un homenaje a Rafael Núñez, el regenerador, no como un reconocimiento a Francisco Núñez de Pedrozo, el conquistador que persiguió a las tribus que se asentaron en su territorio. Sobre el proceso de fundación del poblado dice que fue una prolongación de la colonización antioqueña. Todo porque personas que llegaron al norte de Caldas emigraron después hacia estas tierras para consolidar la fundación de varios pueblos. Reconoce, sin embargo, el aporte tolimense y caucano en el proceso poblador de todos los municipios del oriente caldense, destacando que mineros, agricultores y comerciantes tuvieron fuerte incidencia en la formación de sus comunidades. 

El aporte que ha hecho Ocampo Cardona para el conocimiento de la historia de Caldas es importante. Los antecedentes indígenas, el proceso colonizador, la fundación de los pueblos, el fortalecimiento de la educación, los sucesos violentos, la influencia religiosa, los movimientos culturales y el desarrollo económico son temas que el historiador aborda para mostrar cómo se hizo posible el surgimiento de estos municipios. En el libro no podía quedar por fuera lo que significó La masacre de la Italia, ejecutada el 5 de agosto de 1963 por el temible bandolero Desquite, alias de José William Aranguren, que dejó 39 ciudadanos asesinados. Tampoco lo que representó para Marquetalia el maestro Ramón Cardona García, asesinado en la época de la violencia partidista, En el caso de La masacre de la Italia Angel María Ocampo afirma que el hecho fue cometido como represalia por el asesinato de Manuel Salvador Castro, el 16 de agosto de 1959. Desquite había jurado vengar la muerte de este ciudadano liberal que se desempeñaba como Secretario de la Alcaldía. 

Paisajes inexplorados de la historia caldense abre nuevas interpretaciones sobre el devenir histórico del departamento, enseña lo que ha representado la región del oriente en su historia, aclara hechos que están grabados en la mente de los ciudadanos. Angel María Ocampo Cardona rescata del olvido sucesos que deben permanecer en el recuerdo de los pobladores de estos municipios por lo que representan como sucesos  que marcaron su pasado.  Esta obra responde a las expectativas que, como lector, en mi había despertado el escritor oriundo de Marquetalia después de leer su libro Posiblemente ignorados. Me atrevo a decir que en Ocampo Cardona tiene este municipio una figura literaria de alto vuelo por la calidad de su prosa y su disciplina investigativa. Cierro con estas palabras de César Montoya Ocampo, escritas después de leer el libro de Ocampo Cardona sobre Arias Trujillo “¡Qué estudio de tan extenuantes sondeos en los anaqueles, y qué estilo tan depurado!”