Por JOSE MIGUEL ALZATE
El
pasado 6 de marzo se cumplieron cien años del nacimiento, en Tipacoque, de Eduardo Caballero Calderón, uno de los
escritores más representativos de la literatura Colombiana. En efecto, el 6 de
marzo de 1910 nació, para gloria de las letras nacionales, el novelista que
llevó a su obra literaria no sólo la angustia del campesino que lucha por
obtener un pedazo de tierra para asegurar el sustento de su familia, sino el
escritor que interpretó en sus novelas la violencia política de los años
cincuenta, una época aciaga en la historia de Colombia por el enfrentamiento
entre los dos partidos políticos tradicionales, el liberal y el conservador.
Pues
bien: la conmemoración de este centenario debe motivar a los estudiosos de nuestro proceso literario a
abordar de nuevo, con sentido crítico, la obra narrativa de un autor que tuvo
como constante temática ese flagelo que
asoló a Colombia. Sobre todo porque las novelas de Eduardo Caballero Calderón son
una radiografía de ese país que les tocó vivir a miles de colombianos. “El
Cristo de espaldas”, “Siervo sin tierra” y “Manuel Pacho” son tres novelas
emblemáticas de esa violencia que se
vivió en Colombia como consecuencia del
enfrentamiento partidista. Los
personajes de estas obras enseñan al lector lo que fue esa época de ingrata
recordación.
En “El
Cristo de espaldas” el hilo narrativo maneja la historia de dos hermanos medios, hijos de Roque Piragua. Uno, Anacleto, es
liberal; el otro, Anarcasis, es conservador. Un día Roque Piragua, que era
conservador, aparece muerto. Entonces su
hijo Anacleto llega a la iglesia para decirle al sacerdote que él no lo mató.
El cura le cree, pero el pueblo no. Así las cosas, Anarcasis lidera una
manifestación donde lanzan arengas contra los liberales. Los conservadores
tratan de linchar a Anacleto. El alcalde, para impedirlo, le apunta con su revólver a la cabeza. Pero
se interpone el sacerdote joven. Para evitar una tragedia, Anarcasis le arrebata el revólver al alcalde.
En
“Siervo sin tierra” la historia también se viste de tragedia. Siervo Joya, el
protagonista, un humilde campesino boyacense, regresa a su tierra después de
pagar el servicio militar. Pero se encuentra con una realidad: a su madre,
Sierva Joya, la despojaron del pedazo de terreno donde vivía en el Cañón del
Chicamocha. Siervo, que es liberal, quiere recuperarla. Pero para lograrlo debe
enfrentar todo tipo de dificultades. Un día, pasado de tragos, mata a Anastasio,
un campesino conservador. Entonces es privado
de la libertad. Pero él alega que es
inocente porque actuó en legítima defensa. Al final, aprovechando los desórdenes del 9 de abril, escapa de la cárcel y, de nuevo, regresa a su
pueblo.
En
“Manuel Pacho”, que cierra la trilogía de Eduardo Caballero Calderón sobre la
violencia política, el lector se encuentra con la misma temática. El personaje
principal es un hombre insignificante que en un momento de su vida realiza un
acto de heroísmo. Un día cualquiera
le toca presenciar, desde un árbol, cómo
unos bandidos matan a su familia. También le tocó ver morir a la madre,
arrastrada por las aguas del río. Manuel Pacho es un hombre limitado por el
analfabetismo. Esta novela es la
historia de un personaje que, para darle a su padre cristiana sepultura,
atraviesa los Llanos Orientales, desde Orocué, con el cadáver al hombro.
Eduardo
Caballero Calderón fue un novelista comprometido con la realidad social Colombiana.
Todo lo que desató la violencia política está en sus novelas como testimonio de
una época difícil. El despojo de la tierra, la humillación hacia el que nada
tiene, los procesos judiciales arreglados, la retención de las cédulas por
parte de los políticos, la intromisión de la iglesia en asuntos electorales,
las masacres contra simpatizantes de los partidos, los delitos contra la pureza
del sufragio, son hechos que narra el novelista con una mirada objetiva, sin
ocultar la tragedia que vivió el país. Así las cosas, al conmemorarse cien años
del nacimiento de Eduardo Caballero Calderón
los colombianos debemos volver la mirada hacia su obra literaria. Sobre
para que no olvidemos al pasado.
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