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viernes, 13 de mayo de 2016

40 años de "El otoño del patriarca"



Por JOSE MIGUEL ALZATE

Por estos días se están cumpliendo cuarenta años de haber sido publicada la primera novela escrita por Gabriel García Márquez después de “Cien años de soledad”, la novela que lo catapultó como fabulador. En efecto, en junio de 1975, en medio de una creciente expectativa, apareció en las vitrinas de las librerías de varios países de habla hispana “El otoño del patriarca”. Su aparición estuvo precedida de comentarios escritos por amigos cercanos al novelista, donde destacaban la novedad en la estructura y en su lenguaje oceánico. Narra la historia de un dictador caribeño que no obstante haber nacido en la pobreza se convierte en un hombre con poder. García Márquez recurre a la hipérbole para mostrarlo con la aureola de un sátrapa que todo lo puede. 

La expectativa que existía sobre la aparición de “El otoño del patriarca” estaba motivada por la pregunta que la crítica se hacía en el sentido de si García Márquez sería capaz de superar la epopeya lograda con “Cien años de soledad”. Algunos se atrevían a decir que el novelista no superaría lo que había alcanzado con su novela cumbre. Sin embargo, a pesar del escepticismo, poco a poco los lectores fueron descubriendo la maravilla de esa prosa que parecía salirse de cauce por la majestuosidad de un lenguaje que estaba trabajado con arte literario. El impacto, desde luego, no fue inmediato. Los lectores no podían asimilar ese estilo arrollador donde desaparecían los signos de puntuación para darle paso a un relato continuo, donde solo se podía tomar aire cuando aparecía una coma. 

¿Puede catalogarse “El otoño del patriarca” como la novela más rítmica en la narrativa de García Márquez? Pienso que sí. Desde que se inicia, el libro produce en el lector un encantamiento especial por la magia de ese lenguaje que se filtra como la sombra de un poema a lo largo del texto. El ritmo de la narración, sumado a la exuberancia del lenguaje, convierte la obra en una avalancha musical que va develando, página a página, una sinfonía creada para impregnar con su torrente orquestal todo ese mundo mágico que el narrador recrea. En este libro la prosa se convierte  en río por donde corren como piedras desde las palabras más excelsas hasta frases que no obstante tener términos escatológicos forman en conjunto un extenso poema en prosa donde la naturaleza tiene una presencia nítida. 

“El otoño del patriarca” innova en la estructura misma de la novela. García Márquez utiliza a veces el narrador en primera persona, otras se regodea con el narrador omnisciente, lo mismo que con el narrador en tercera persona. Inclusive, existen capítulos donde aparece el narrador colectivo. Se toma, incluso, licencia para insertar en su prosa, como voces propias, poemas de Rubén Darío. En esta novela el autor rompe con la temática macondiana. Aquí ya no aparece nada que se identifique con la estirpe de los Buendía, ni con el espacio geográfico de Macondo, ni con el estilo literario utilizado en sus obras anteriores. Debido a la cantidad de voces que se introducen en la narración, “El otoño del patriarca”  puede catalogarse como una novela polifónica. 

“El otoño del patriarca” es una obra sobre un dictador que llega al extremo de canonizar por decreto a su madre. García Márquez lo recreó con la imagen que tenía de los diferentes dictadores latinoamericanos. Inclusive, le agregó cosas de dictadores tan folclóricos como Bokassa o Idi Amín. Su personaje muda de dientes tres veces en la vida, y tiene una hernia tan grande que debe ser transportada en una carretilla. Vive 232 años. Sin embargo, en determinado momento el lector no sabe si está vivo o muerto. Todo porque, a veces, el narrador hace creer que este ha entregado su alma a Dios. Pero unas páginas más adelante aparece vivo. Además, se mete en la vida privada de sus gobernados, exprime en beneficio propio las riquezas de la nación y oprime al ciudadano con su régimen totalitario. 

Alguien dijo que “El otoño del patriarca” no era un libro para leer sino para ser oído. Y tenía razón. Por las páginas de esta novela monumental trasciende, como una constante, la música. En frases como “era un coro de voces tan numerosas y distantes que él se hubiera dormido con la ilusión de que estaban cantando las estrellas”, se advierte esa musicalidad de la prosa. El ritmo cadencioso de la narración, que envuelve una frase dentro de la otra, y la otra dentro de otra, y así sucesivamente, crea una sinfonía musical que agrada al oído. Este dictador que al comienzo en un caudillo heroico va pasando por diferentes etapas en su vida hasta convertirse en un decrépito patriarca manejado como un títere. Novela de prosa exuberante, musical, casi mágica, “El otoño del patriarca” conquistó lectores por su frases ricas en sonidos musicales.

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