Por JOSE MIGUEL
ALZATE
La lectura del libro
“Este soy yo, tal cual”, recopilación de textos sobre el escritor caldense
Rafael Arango Villegas, obliga a volver la mirada sobre la obra de uno de los
valores literarios de la región que, por la calidad de su prosa, tuvo en su
tiempo proyección nacional. Este trabajo, realizado por José Jaramillo Mejía, muestra
la faceta humana del autor de “Asistencia y camas”, su interés por escribir en
un lenguaje coloquial, su preocupación por crear personajes con arraigo popular
y, sobre todo, su intención de recrear en sus obras las costumbres antioqueñas.
El libro rescata del olvido la obra de un escritor que puso el nombre de Caldas
en un sitial de honor en el contexto nacional.
¿Por qué razón
trascendió como escritor Rafael Arango Villegas? Yo diría que por el fino humor
que campea en sus libros. Y, además, por retratar las costumbres de una
sociedad formada en principios cristianos, que ha tenido en su clase campesina un
espejo donde mirarse. El autor de “Bobadas mías” hace gala de un lenguaje
salpicado de ingenio, donde sobresalen los giros propios de la cultura paisa,
manejados con una exquisita ironía. Sus personajes, como lo anota Eduardo
Caballero Calderón, “tienen tanta verdad expresiva como los que se encuentran
en las calles de los pueblos”. Parecen sacados de la entraña misma del pueblo,
con sus virtudes y sus defectos, con sus alegrías y sus desgracias.
Nacido en Manizales
el 26 de diciembre de 1889, el creador de esa mujer impetuosa llamada Petronila
Sánchez, que administra una sencilla pensión donde se hospedan arrieros y
vendedores de baratijas, alcanza en “Asistencia y camas”, su obra más conocida,
momentos de elevada gracia anecdótica. Como aquel cuando sus hijas le piden que
las saque de la escuela donde estudian porque allí las llaman las hijas de una
rellenera. Ellas aspiran a tener un mejor estatus. Y convencen a la madre para
que cambie de actividad. Buscan así entrar en un nuevo círculo social. En la
obra las expresiones populares de la cultura paisa alcanzan el cometido de
enseñarle al lector la autenticidad de una raza.
Rafael Arango
Villegas fue el más alto exponente en Caldas de esa escuela literaria llamada
costumbrismo. Puede decirse que fue para la cultura caldense lo que para
Antioquia Tomás Carrasquilla: su más grande figura literaria. No solo porque
manejó un lenguaje popular, extraído del habla propia de la región antioqueña,
sino porque sus personajes son la expresión de una raza que encontró en el trabajo
honrado la forma de superar la pobreza. El maestro Feliciano Ríos, por ejemplo,
que fue un humilde zapatero remendón, es un hombre que trasciende en la
comunidad por su sabiduría popular. “Cómo narraba la Historia Sagrada el
maestro Feliciano Ríos” es una cantera de conocimientos que, por la gracia de la narración, mantiene en
vilo al lector.
La obra de Rafael
Arango Villegas alcanzó un puesto privilegiado en la literatura colombiana.
Tanto, que Baldomero Sanín Cano y el mismo Tomás Carrasquilla hicieron altos
elogios de su calidad literaria. Con Bernardo Arias Trujillo, le dio a Caldas
figuración. Es decir, sus libros tuvieron acogida. La anécdota que el escritor
narra sobre por qué no publicó “La Familia Castañeda” comprueba que era leído
en diferentes regiones. Y, sobre todo, demuestra su respeto por los valores de
la familia. En este sentido, recordemos lo que escribió, al momento de su
muerte, la poetisa Blanca Isaza de Jaramillo: “En nada de lo que escribía se
hallaba el equívoco hiriente, el epigrama torpe, el calambur de baja ley. No
sabía herir con sus apuntes de una sutileza exquisita, de una sonriente
ironía”.
Rafael Arango
Villegas murió en Manizales el 22 de junio de 1952. La prensa nacional registró
su deceso expresando el vacío que dejaba en las letras colombianas un hombre
que, al decir de Otto Morales Benítez, tenía una vena literaria que le permitía
“administrar el fabular con una soltura impresionante”. El escritor interpretó
la idiosincrasia del paisa. Tanto que los estudiosos de su obra se detienen en
sus aportes al conocimiento del habla popular en los riscos
antioqueño-caldenses. “Este soy yo, tal cual”, recopilación de José Jaramillo
Mejía, abre las puertas para que los caldenses valoremos la gracia del escritor
que “paso haciendo cosquillas a domicilio a toda una generación de colombianos
que sonrió al influjo de su humorismo”.
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