Vistas de página en total

sábado, 21 de noviembre de 2009

"La fiesta del chivo", de Mario Vargas Llosa


Por JOSE MIGUEL ALZATE

Cuando se pensaba que ya los novelistas latinoamericanos habían agotado el tema de los dictadores como personajes de sus obras, aparece este libro de Mario Vargas Llosa sobre Rafael Leonidas Trujillo, el dictador que gobernó a República Dominicana entre las décadas del treinta al sesenta. Ya autores como Gabriel García Márquez con "El otoño del patriarca", Augusto Roa Bastos con "Yo el supremo", Miguel Angel Asturias con "El señor presidente" y Alejo Carpentier con "El recurso del método" habían explorado la personalidad de los dictadores latinoamericanos. Lo habían hecho como tema de ficción, no como testimonio histórico. Cada escritor había tomado características de determinados dictadores para crear su personaje. Sin embargo, hasta el momento ninguno había estructurado una novela de carácter histórico, reconstruyendo todo el gobierno de un dictador. Solo ahora Mario Vargas Llosa, en "La fiesta del Chivo", intenta narrar todo cuanto ocurre al interior de un gobierno despótico. Esta es la primera impresión que el libro causa en el lector. No es una historia de ficción sino, al contrario, una novela de carácter histórico, con una estructura moderna, escrita en un estilo transparente.

La novela se inicia con el relato de un personaje femenino que regresa a República Dominicana después de 35 años de ausencia. Se llama Urania Cabral. Es la hija del Senador Agustín Cabral, incondicional de Trujillo. Había viajado a los Estados Unidos cuando apenas tenía 14 años, becada por las monjas del colegio donde estudiaba. Su viaje es precipitado por el abuso sexual que con ella cometió el dictador. Mujer inteligente, amante del estudio, rápidamente empieza a demostrar sus capacidades intelectuales. Esto la lleva a ingresar, becada, a la Universidad de Harvard. Una vez graduada con una tesis meritoria pasa a ocupar una importante posición en el Banco Mundial. Aunque desde el país del norte le envía cada mes a su padre el dinero necesario para su sostenimiento, nunca le contesta una carta ni le pasa al teléfono. Lo hace porque tuvo conocimiento de que éste, para congraciarse nuevamente con el dictador, se la entregó para que abusara de ella, aprovechando su debilidad por las niñas de su edad. Al regresar a su país lo encuentra enfermo, postrado en una cama, olvidado de sus amigos, convertido en un ser anónimo. Ella comienza a reprocharle su actitud con la dictadura. Pero no oculta el desprecio que por él siente.

En "La fiesta del Chivo" Mario Vargas Llosa hace una radiografía perfecta del dictador Rafael Leonidas Trujillo. En sus 518 páginas el lector se encuentra con un hombre que no obstante ser venerado por su pueblo inspira cierto temor entre sus más cercanos colaboradores. Todo porque no le importa recurrir a la violencia para perpetuarse en el poder. Es un gobernante que aplasta cualquier manifestación de inconformismo con la fuerza de las bayonetas. Quienes lo rodean son simples marionetas manejadas a su voluntad. Tanto que el mismo presidente Joaquín Balaguer es apenas una figura decorativa. En el país se hace lo que ordene Rafael Leonidas Trujillo. Y quien se atreva a contradecir sus órdenes recibe castigo. Pero también premia magnánimamente a sus obsecuentes servidores. Es así como nombra Coronel de las Fuerzas Armadas a Johnny Abbes García, un oscuro criminal que cumple la tarea de asesinar a quienes disienten del régimen. Igual hace con sus hijos Ramfis y Radhamés, no obstante ser hombres apocados. Inclusive a su mujer, María Martínez, la hace llamar "La prestante dama", llegando al colmo de pedirle a un destacado intelectual escribir un libro para publicarlo con la firma de ella, haciéndola aparecer ante sus gobernados como una mujer inteligente.

En esta novela Mario Vargas Llosa alcanza una nueva dimensión de su arte narrativo. Aquí aparece un novelista que recrea con mano maestra los sucesos que rodearon la muerte del dictador. En esos capítulos donde el escritor narra los pormenores del atentado que acabó con su vida está la vena de un novelista maduro, que sin necesidad de ser truculento logra momentos de gran tensión. El final de la obra muestra cómo Urania Cabral se convierte en el hilo comunicante de la narración. En ese relato que el personaje narrador le hace a su tía sobre la forma cómo el dictador abusó de ella está la expresión sentida del por qué de su odio hacia el padre. Lo mismo puede argumentarse sobre el final que en la novela tiene la familia del déspota. La muerte de su hijo Ramfis en un accidente automovilístico en Madrid recuerda el triste final que tuvo, a manos de los hombres del dictador, el Ministro de Trabajo Ramón Marrero Aristy. Radhamés, inclusive, aparece asesinado en Panamá por los carteles colombianos de la droga. La frase "El que a hierro mata, a hierro muere", que pronuncia uno de los personajes de la novela cuando se entera de estas muertes, tiene aquí un sentido premonitorio. Es que los hijos del dictador fueron los mayores torturadores del régimen.

Con "La fiesta del Chivo" Mario Vargas Llosa ingresa con honores al género de la novela histórica. Porque este es un libro que reconstruye los pormenores de un gobierno que en determinado momento sembró el terror entre los dominicanos. Rafael Leonidas Trujillo, que se hacía llamar "Su Excelencia", no solamente manejó el país como si fuera una hacienda de su propiedad, sino que dispuso de honras y bienes a su antojo. El novelista hace un retrato exacto sobre la personalidad del dictador, con sus debilidades, sus excentricidades, su apego al poder. Desde luego, Vargas Llosa recrea su historia con hechos producto de su imaginación. Pero éstos son insignificantes frente al trabajo de investigación realizado por el escritor para estructurar la novela. Las sanciones económicas impuestas por la OEA, el aislamiento internacional, la amenaza de una invasión norteamericana, la caida de las reservas internacionales, no preocupan tanto a Trujillo como el problema de incontinencia que sufre. Para él es más grave verse manchado el pantalón con su propia orina que restablecer la democracia. Los privilegios de sus más cercanos colaboradores son una manera de comprar su complicidad para continuar manejando el país sin el más mínimo respeto por la vida ajena.

Esta novela de Mario Vargas Llosa atrapa al lector desde la primera línea. Magistralmente escrita, la obra en ningún momento cansa. Al contrario, a medida que se avanza en su lectura el interés por saber qué pasa con los diferentes personajes mantiene la mente en calistenia. De otro lado, el atentado contra el dictador cuando se desplaza desde San Cristobal hasta Ciudad Trujillo está narrado con verismo. Hay en este capítulo mucho de novela policiaca. La gran ironía de la novela la constituye el hecho de que el dictador no puede consumar el acto sexual con la hermosa Urania Cabral. Todo porque a sus setenta años ya sufre disfunción erectil. Además, el proceso de transición a la democracia, que es liderado por el propio Joaquín Balaguer después del asesinato de Trujillo, demuestra que el Presidente títere no era un ser tan insignificante. Su discurso ante las Naciones Unidas muestra a un Estadista que estuvo opacado por el temor hacia el Generalísimo. La forma cómo el mandatario logra convencer a la familia de Trujillo para que salgan del país comprueba que es un hombre inteligente. Aunque "La fiesta del Chivo" no tiene la exuberancia literaria que caracteriza a "El otoño del patriarca", de Gabriel García Márquez, es una novela que permanecerá como obra bien acabada.

El manejo del tiempo cronológico es una de las novedades que presenta Mario Vargas Llosa en "La fiesta del Chivo". Acostumbrado a narrar sus historias en presente, en esta novela el autor intercala dos tiempos a la vez. Por un lado, los personajes están hablando sobre lo que sucede en ese momento: presente. Pero en el mismo párrafo vuelve la narración varios años atrás, para darle solidez a los parlamentos: pasado. Esta técnica le da verosimilitud al relato, porque ubica al lector en el hecho que los dialogantes están recordando, permitiéndole conocer el antecedente de lo que sucede en el momento. Por ejemplo, en el relato que Urania Cabral le hace a su tía Adelina sobre cómo sucedieron las cosas ese día para ella trágico, el narrador vuelve sobre el momento de los hechos para mostrar al lector la forma como el dictador la llevó hasta su alcoba, engañada por el embajador Manuel Alfonso, que era el responsable de buscarle a "Su excelencia" muchachitas tiernas para desahogar sus pasiones. Este recurso también lo utiliza el novelista cuando habla del General José René Román. Ocurre en el momento en que éste es torturado por su participación en el asesinato de Trujillo. Para darle consistencia a la historia el narrador intercala sucesos anteriores a su ascenso al grado que ahora ostenta.

La transición de la dictadura hacia un sistema democrático es uno de los pasajes mejor manejados de esta novela. Vargas Llosa comprueba aquí porque es considerado un acertado analista político. Todos los elementos que confluyen para que se dé el cambio los maneja el novelista con un conocimiento sorprendente. Cinco semanas después de la muerte de Rafael Leonidas Trujillo ya Joaquín Balaguer tiene todo a su favor para ejercer como Presidente. Por un lado, ha logrado el exilio de la familia del dictador. Por el otro, tiene el respaldo de los Estados Unidos. Asimismo, el pueblo está alborozado por el retorno a la democracia. Finalmente, las sanciones económicas han sido levantadas. Inclusive, logra algo que parecía imposible: someter al Coronel Johnny Abbes García, nombrándolo Cónsul en un país lejano. Esto le permite a Balaguer consolidar su proyecto de gobierno. Tanto que logra el ascenso a Generales de tres estrellas de Antonio Imbert y Luis Amiama, los dos únicos sobrevivientes del grupo de conspiradores que dio muerte al generalísimo. Estos son recibidos en el Palacio Nacional como verdaderos héroes. Y de ser un Presidente pelele, como lo llama Vargas Llosa, Joaquín Balaguer pasa a convertirse en un auténtico Jefe de Estado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario