Por JOSE MIGUEL ALZATE
El título de este
artículo es el mismo que lleva el último libro publicado por el penalista César
Montoya Ocampo. En sus páginas se recogen los mejores artículos de corte
literario publicados por el escritor oriundo de Aranzazu en su columna de todos
los jueves en este diario. Son notas donde aflora el pensamiento de un hombre
que, después de retirarse del ejercicio de su profesión, ha hecho de la
escritura un nuevo proyecto de vida. Su experiencia como lector, su dominio de
la palabra, sus preocupaciones metafísicas,
sus ideas sobre el arte de escribir y su admiración sin horarios hacia
ese ícono de las letras que es Miguel de Cervantes Saavedra están consignadas
en las páginas de este libro que se lee de un solo tirón, degustando esa prosa
rica en frases con sentido lírico.
En “Navegante en
tierra firme” está la impronta de un escritor que ha tomado la palabra como
instrumento para expresar su asombro frente a la belleza, sea esta en el
terreno femenino, en la creación literaria o en el embrujo del paisaje. César Montoya Ocampo tiene la sensibilidad artística
suficiente para dibujar con su pluma, en forma magistral, tanto el cuerpo de
una mujer como el ambiente bucólico de una vivienda campesina. En su prosa se descubre
esa facilidad que tiene para describir los rasgos físicos de una persona. Cuando
describe el rostro de alguien se advierte ese minucioso trabajo de fijamiento
en aspectos tan sencillos como el sonido de la sonrisa, la forma cómo abre los
labios para pronunciar palabras o la manera como mueve las cejas para
transmitir asombro.
Cuando se habla sobre
el estilo literario de César Montoya Ocampo es importante recalcar en cómo cada
artículo suyo tiene ese acabado de perfección literaria que solo una gran pluma
puede darle a cuanto escribe. Su prosa, que es cantarina, alegre, exultante, reúne
los elementos que hacen perdurable un escrito: ágil manejo del idioma, riqueza
de vocabulario, ausencia de frases cacofónicas, excelente elaboración de las
oraciones, escasez de anáforas, dominio de la sintaxis y respeto por las normas
gramaticales. Pocas veces uno encuentra en sus textos problemas de construcción
de la frase. Siempre el complemento verbal aparece en su prosa como un
requerimiento del estilo, no como un elemento para darle sonoridad a la
oración.
En este nuevo libro
de César Montoya Ocampo el lector se encuentra con algo que es una constante en
su estilo de escribir: el uso del adjetivo El escritor es consciente de que no
es capaz de despojarse de este recurso del idioma cuando se enfrenta al papel
en blanco. Esto lo ha llevado a decirles a quienes critican su estilo de
alambicado que el adjetivo es a la prosa lo que la corbata al vestido: entona,
hermosea, adorna, luce, realza, complementa. En este sentido, afirma: “somos
muchos los disidentes que enarbolamos a su majestad el adjetivo como rey en la
creación literaria”. En sus artículos el adjetivo no aparece por simple
capricho retórico sino porque la oración lo exige para darle acabado estético. El
autor sabe en qué momento debe insertarlo en el texto.
En “Navegante en
tierra firme” aparecen notas que confirman la pasión de César Montoya Ocampo
por los clásicos, esos autores que desde su lejana infancia le abrieron
postigos de asombro a su inquietud mental. El título del libro habla de un
argonauta que ha navegado hacia el conocimiento sobre las páginas de los libros,
desde ese puerto en tierra firme que es
su biblioteca. Como navegante, lleva hacia el mar de sus sueños, asentados sus
pies en la tierra, el equipaje de su erudición, alcanzada en horas de intensa
lectura. En el prólogo, Hugo Tovar Marroquín dice: “el título, de por sí, presagia
la hondura que rezuma cada una de sus páginas”. Y el escritor Rubén Darío Toro
dijo: “Montoya es un marinero que ha dejado la mar para conducir por tierra,
como Maqroll el Gaviero, la nave de sus conocimientos”.
“Navegante en tierra
firme” es un compendio de las preocupaciones temáticas de César Montoya Ocampo,
un tributo de admiración a la cultura helénica, una puerta abierta para entrar
en el universo de autores como Esquilo, Eurípides, Sófocles, Suetonio, Homero y
Virgilio. Es también un libro para entender cómo una mujer produce en el
corazón del hombre terremotos extraños, o cómo los perros se convierten en miembros importantes del clan familiar, o cómo
los libros sacuden con fuerza volcánica el alma. En este libro el autor nos
enseña cómo Tiresias, en “Edipo Rey”, logra sobrellevar su angustia existencial,
y cómo Zeus permitió que los Aqueos destruyeran la ciudad de Priamo, y cómo
Aquiles huye cuando las aguas del río Escamandro amenazan con arrastrarlo.
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