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lunes, 6 de junio de 2016

"Navegante en tierra firme"




 Por JOSE MIGUEL ALZATE

El título de este artículo es el mismo que lleva el último libro publicado por el penalista César Montoya Ocampo. En sus páginas se recogen los mejores artículos de corte literario publicados por el escritor oriundo de Aranzazu en su columna de todos los jueves en este diario. Son notas donde aflora el pensamiento de un hombre que, después de retirarse del ejercicio de su profesión, ha hecho de la escritura un nuevo proyecto de vida. Su experiencia como lector, su dominio de la palabra, sus preocupaciones metafísicas,  sus ideas sobre el arte de escribir y su admiración sin horarios hacia ese ícono de las letras que es Miguel de Cervantes Saavedra están consignadas en las páginas de este libro que se lee de un solo tirón, degustando esa prosa rica en frases con sentido lírico. 

En “Navegante en tierra firme” está la impronta de un escritor que ha tomado la palabra como instrumento para expresar su asombro frente a la belleza, sea esta en el terreno femenino, en la creación literaria o en el embrujo del paisaje. César  Montoya Ocampo tiene la sensibilidad artística suficiente para dibujar con su pluma, en forma magistral, tanto el cuerpo de una mujer como el ambiente bucólico de una vivienda campesina. En su prosa se descubre esa facilidad que tiene para describir los rasgos físicos de una persona. Cuando describe el rostro de alguien se advierte ese minucioso trabajo de fijamiento en aspectos tan sencillos como el sonido de la sonrisa, la forma cómo abre los labios para pronunciar palabras o la manera como mueve las cejas para transmitir asombro.

Cuando se habla sobre el estilo literario de César Montoya Ocampo es importante recalcar en cómo cada artículo suyo tiene ese acabado de perfección literaria que solo una gran pluma puede darle a cuanto escribe. Su prosa, que es cantarina, alegre, exultante, reúne los elementos que hacen perdurable un escrito: ágil manejo del idioma, riqueza de vocabulario, ausencia de frases cacofónicas, excelente elaboración de las oraciones, escasez de anáforas, dominio de la sintaxis y respeto por las normas gramaticales. Pocas veces uno encuentra en sus textos problemas de construcción de la frase. Siempre el complemento verbal aparece en su prosa como un requerimiento del estilo, no como un elemento para darle sonoridad a la oración. 

En este nuevo libro de César Montoya Ocampo el lector se encuentra con algo que es una constante en su estilo de escribir: el uso del adjetivo El escritor es consciente de que no es capaz de despojarse de este recurso del idioma cuando se enfrenta al papel en blanco. Esto lo ha llevado a decirles a quienes critican su estilo de alambicado que el adjetivo es a la prosa lo que la corbata al vestido: entona, hermosea, adorna, luce, realza, complementa. En este sentido, afirma: “somos muchos los disidentes que enarbolamos a su majestad el adjetivo como rey en la creación literaria”. En sus artículos el adjetivo no aparece por simple capricho retórico sino porque la oración lo exige para darle acabado estético. El autor sabe en qué momento debe insertarlo en el texto.

En “Navegante en tierra firme” aparecen notas que confirman la pasión de César Montoya Ocampo por los clásicos, esos autores que desde su lejana infancia le abrieron postigos de asombro a su inquietud mental. El título del libro habla de un argonauta que ha navegado hacia el conocimiento sobre las páginas de los libros,  desde ese puerto en tierra firme que es su biblioteca. Como navegante, lleva hacia el mar de sus sueños, asentados sus pies en la tierra, el equipaje de su erudición, alcanzada en horas de intensa lectura. En el prólogo, Hugo Tovar Marroquín dice: “el título, de por sí, presagia la hondura que rezuma cada una de sus páginas”. Y el escritor Rubén Darío Toro dijo: “Montoya es un marinero que ha dejado la mar para conducir por tierra, como Maqroll el Gaviero, la nave de sus conocimientos”.  

“Navegante en tierra firme” es un compendio de las preocupaciones temáticas de César Montoya Ocampo, un tributo de admiración a la cultura helénica, una puerta abierta para entrar en el universo de autores como Esquilo, Eurípides, Sófocles, Suetonio, Homero y Virgilio. Es también un libro para entender cómo una mujer produce en el corazón del hombre terremotos extraños, o cómo los perros se convierten  en miembros importantes del clan familiar, o cómo los libros sacuden con fuerza volcánica el alma. En este libro el autor nos enseña cómo Tiresias, en “Edipo Rey”, logra sobrellevar su angustia existencial, y cómo Zeus permitió que los Aqueos destruyeran la ciudad de Priamo, y cómo Aquiles huye cuando las aguas del río Escamandro amenazan con arrastrarlo.

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