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martes, 21 de diciembre de 2010

El discurso de Vargas Llosa

Por JOSE MIGUEL ALZATE



El discurso pronunciado por Mario Vargas Llosa en la entrega del Premio Nobel de Literatura es una pieza literaria que debe leerse con el cuidado que amerita una página dirigida a exaltar el valor de la palabra como elemento primario para crear ficciones. Desde el párrafo de entrada, donde el escritor señala que aprendió a leer a la edad de cinco años en la clase que el hermano Justiniano dictaba en el Colegio de la Salle, en Cochabamba, hasta la línea final donde expresa que “es necesario derrotar la carcoma del tiempo y convertir en posible lo imposible”, el discurso tiene un excelente acabado literario. Parece escrito con la convicción plena de que al lector debe contársele no sólo cómo es el proceso de partogénesis de un libro, sino también cómo se produce la formación literaria de un escritor.



En el “Elogio de la lectura y la ficción” Mario Vargas Llosa recuerda con nostalgia los tiempos de la infancia. Y cuenta cómo se embebía en la lectura de libros que le fueron marcando un camino en su deseo de convertirse en autor de ficciones. Nos narra esas emociones íntimas que vivió cuando, entregado a la lectura de “Veinte leguas de viaje submarino” y “Los miserables”, de Julio Verne y Víctor Hugo, respectivamente, viajó de la mano del Capitán Nemo y de Jean Valjean para descubrir en la magia de estos libros ese mundo creado por dos escritores que tomaron al hombre como objeto de sus meditaciones intelectuales. Vargas Llosa nos dice, en una confesión sincera, que las primeras cosas que escribió “fueron continuaciones de las historias que leía”.



Hay en este discurso de Mario Vargas Llosa un reconocimiento tácito a aquellos escritores que descubrió en su juventud. En este sentido, el autor de “La fiesta del chivo” dice que se ha pasado la vida prolongando en el tiempo esas historias que llenaron su infancia. Y cita a William Faulkner, a Carlos Dickens, a Honorato de Balzac, a Thomas Mann, a León Tolstoi, entre otros, como los modelos literarios que hicieron posible su crecimiento intelectual. Afirma, incluso, que “la destreza estilística y la estrategia narrativa” las aprendió de esos autores que despertaron con sus historias su capacidad de asombro. Señala además que una obra literaria comprometida con la actualidad “puede cambiar el curso de la historia”. En esta afirmación esta explícito el compromiso político del escritor peruano que se desencantó de la revolución cubana.



El discurso pronunciado por Vargas Llosa en Estocolmo tiene un importante contenido político. El autor de “El paraíso en la otra esquina” no podía desaprovechar este escenario para hablar de sus convicciones en este sentido. Cuando dice: “Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión”, el escritor está señalando que el camino para alcanzar una sociedad con equidad social es el que construye un sistema político que respeta las libertades ciudadanas. Aquí se manifiesta el líder político que anida en su personalidad. Sobre todo por las críticas que hace a los regímenes totalitarios. El escritor alerta sobre las formas de opresión.



La libertad de expresión es otro tópico que analiza, con profundidad, el escritor peruano. Al respecto dice que la literatura no sólo nos sumerge en el sueño de la belleza, sino que nos ayuda a tener una visión amplia del mundo. Cuando señala: “pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes”, está cuestionando a los dictadores que por miedo al poder de la palabra establecen la censura como una medida para evitar que sus excesos sean conocidos allende las fronteras.



El texto leído por Vargas Llosa en el acto de entrega del Premio Nobel es una honda reflexión sobre el poder, sobre la relación del escritor con los libros, sobre los temas que motivan la creación de ficciones y sobre la actitud del intelectual frente al mundo. Aquí el novelista conceptúa sobre la libertad, la soledad y la belleza literaria. Hay en este escrito una frase lapidaria: “La civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas”. Esto es cierto. Los creadores de ficciones han convertido el mundo en un espacio donde, al decir del autor galardonado, “la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana”. “Elogio de la lectura y la ficción” es una página literaria bien concebida, escrita con fuerza ensayística, donde el autor revela, en un lenguaje transparente, sus preocupaciones como hombre y como artista.

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