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sábado, 12 de diciembre de 2009

La masacre de Pozzeto: ¿tema novelable?


Por JOSE MIGUEL ALZATE

La tarde del jueves 4 de diciembre de 1986 una trágica noticia estremeció a Colombia: un sicópata asesinó, a sangre fría, en un restaurante bogotano, a veinte personas. Se llamaba Campo Elías Delgado, un excombatiente de Vietnam. Antes de cometer este crimen había visitado una vivienda del norte, donde acuchilló a dos mujeres, matándolas. Una hora después asesinó a su señora madre; también a otras tres mujeres que vivían en el mismo edificio. Estos crímenes causaron estupor en el país. Tanto que todos los medios de comunicación le hicieron un amplio seguimiento informativo. Se descubrió entonces que el asesino estuvo leyendo en esos días un libro premonitorio: "El extraño caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde", de Robert Louis Stevenson.

Este suceso de crónica roja le sirve de pretexto al escritor Mario Mendoza para estructurar una novela apasionante desde la primera línea. Se titula "Satanás", una obra que obtuvo en España el Premio Biblioteca Breve de la Editorial Seix Barral, el mismo que en 1962 ganó el peruano Mario Vargas Llosa con "La ciudad y los perros". A través de cuatro personajes muy bien delíneados en su conflicto existencial, el escritor bogotano reconstruye la historia de Campo Elías Delgado para mostrarle al lector qué lo llevó a cometer esos crímenes en cadena. La obra es un relato vibrante sobre la personalidad de un hombre que con su acto violento conmocionó al país.

El hilo narrativo de la novela se teje en la crisis que viven cuatro personas: una mujer hermosa que una noche es violada por dos hombres en un taxi, un sacerdote que vacila entre su vocación y el amor de una mujer, un pintor que siente extrañas posesiones cuando está pintando y, finalmente, un hombre que está convencido de que vino al mundo para cumplir una misión. Los personajes se llaman, en su orden, María, Ernesto, Andrés y Campo Elías. En una narración en tiempo presente, el lector descubre la relación que existe entre los cuatro. Cada uno es una pieza independiente dentro del ajedrez narrativo que, sin embargo, al final convergen en un punto determinado: el sitio de la masacre.

María es una mujer joven que llega a la ciudad desplazada por la violencia. Trabaja vendiendo tintos en una plaza de mercado. Allí es acosada por los hombres que le colaboran comprándole un tinto. Pero sus deseos de superación le impiden aceptar las propuestas indecentes que a cada momento le hacen. Sin embargo, un día cualquiera acepta convertirse en gancho de una banda delictiva que utiliza su belleza para atrapar ejecutivos que visitan los bares de la zona rosa en Bogotá. Ella aprovecha sus encantos físicos para seducirlos y, así, darles escopolamina. Entonces los miembros de la banda se encargan de quitarles las tarjetas para, pidiéndoles las claves, retirar dinero de los cajeros automáticos.

El padre Ernesto es un sacerdote que por su carácter humanitario despierta la admiración de sus feligreses. Es un hombre con sentimientos nobles. Pero un día cae rendido ante el amor de una mujer que le hizo comprender que estaba equivocado de vocación. Entonces surge en su interior la duda sobre su verdadero destino en la vida. Es cuando, para casarse, decide retirarse del sacerdocio. Andrés, por su parte, es un pintor que mientras hace un retrato siente una fuerza extraña que se apodera de él, como si estuviera en trance. Entonces termina pintando cosas raras en los retratos. Estos dos personajes estaban en el Restaurante Pozzetto cuando se presentó la masacre.

¿Son los personajes de esta novela el producto de una sociedad en crisis?. Todo indica que sí. A María le tocó ver la forma como la mamá fue asesinada por la espalda cuando huían de una toma guerrillera que acabó con el pueblo donde vivían. Ella quedó sola. Y para sobrevivir debió enrolarse con una banda de gamines. Además cobra venganza por la violación de que fue víctima: manda a matar a los dos hombres que la violaron. Por su parte Angelica, que es la novia del pintor, termina contagiada de sida. Y el padre Ernesto es dominado por una bella mujer que está poseida. Cuando trata de prepararla para un exorcismo sufre la angustía de verse impotente ante la fuerza del mal. El mismo Campo Elías es un hombre solitario que tiene problemas de identidad.

La lectura de "Satanás" devuelve al lector hacia sucesos que conmovieron a Colombia en los años ochenta. Mario Mendoza intercala en la narración hechos como el incendio del edificio Avianca, la toma del Palacio de Justicia, la desaparición de Armero, la muerte de Omayra Sánchez. Lo hace a través del recuerdo de Andrés, el pintor, cuando visita con su novia el Santuario de Monserrate. La novela alcanza así una connotación histórica que la hace más interesante. Sobre todo porque el escritor utiliza estos hechos para cuestionar un poco la actitud del Estado frente a la situación creada. En el caso del Palacio de Justicia, por ejemplo, responsabiliza a la Fuerza Pública de las desapariciones.

Bogotá es la ciudad donde transcurren las historias que se narran en esta novela. Aquí aparece con sus grandes avenidas, con sus enormes rascacielos y con su tránsito caótico. El escritor pinta con mano maestra la postal de una ciudad llena de contrastes. En una prosa descriptiva, de ritmo narrativo vertiginoso, la novela muestra a Bogotá tal como es, con sus calles llenas de personas que caminan apresuradamente, con sus vendedores ambulantes ocupando el espacio público, con sus plazas de mercado atiborradas de verduras. Esto hace de "Satanás" una novela urbana, esencialmente. Como en "Rosario Tijeras", de Jorge Franco Ramos, la ciudad se convierte en un símbolo de la historia narrada.

"Satanás", de Mario Mendoza, es una novela que recrea literariamente lo que ocurrió la tarde de ese jueves 4 de diciembre de 1986 cuando Campo Elías Delgado llegó al Restaurante Pozzetto para disparar contra los clientes. Un libro bien logrado, con unos diálogos rápidos, escrito en un estilo narrativo agil, que atrapa al lector. Una obra que hace pensar que cualquier tema es materia novelable siempre y cuando el escritor posea talento creativo. Porque nadie podía pensar que de un simple hecho de crónica roja se pudiera lograr una novela que se lee sin tomar aliento. Construir una historia creible partiendo de un hecho de sangre es muestra de que estamos ante un novelista con mucha capacidad creativa.

1 comentario:

  1. Yo creo que la diferencia entre un periodista y un escritor, es que el escritor es capas de ver más allá del charco de sangre. Tal vez estoy haciendo una generalización indebida y seguramente hay también buenos periodistas que también son escritores, pero no es la tendencia general. Todos los días nuestros diarios colombianos nos atiborran de imágenes de crímenes atroces, pero sólo de vez en cuando aparece un Mario Mendoza que convierte esa historia "cotidiana" en una obra literaria. ¿Por qué pasa ese fenómeno tan extraño? Aquí podríamos parafrasear al maestro Saramago en su obra "el ensayo sobre la ceguera", y es que a veces el exceso de luz también nos enceguece. Estamos tan acostumbrados a consumir tragedias, pero poco acostumbrados desmenuzar los hechos, analizarlos y tratar de buscar explicaciones posibles. Una prueba de esto que estoy diciendo es la tendencia en el periodismo escrito, para mencionar el ejemplo de mi ciudad, Bucaramanga; hace unos años se comenzó a publicar un diario sensacionalista llamado "nuestro diario", que ahora se llama el "Q`hubo", y poco a poco ha venido sustituyendo al periódico de Vanguardia Liberal. ¿Por qué? Q`hubo es una versión santandereana del Espacio, imágenes a todo color de crímenes atroces pero casi nada de noticia escrita. Uno sabe cuantas puñaladas le dieron al pobre cristiano, pero no sabe los móviles, ni las causas o lo que este crimen implica para la seguridad de la ciudad. No intento culpar al periodismo ni a los ciudadanos, ni a los dueños de los medios de comunicación, sino a todos. Todos somos responsables, que al fin y al cabo es otra manera de decir que nadie asume la responsabilidad. Es así de triste. Un abrazo

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